Migrantes

 Reseña 📚

Aeropuerto el dorando, Diana con una maleta y al frente el amanecer y un avión

Hace cinco años estuve en Europa. Fue un viaje planeado (como todos) con mucho detalle. Además de conocer su cultura, la arquitectura y tantas otras cosas que aparecen y nos sorprenden, los viajes deben tener un objetivo claro para nuestra familia, en esta oportunidad, quería celebrar mis cuarenta años en París. Me quedaron muchos recuerdos lindos de los lugares que visitamos, pero desafortunadamente los recuerdos no tan lindos también están ahí, y son ellos los que me enseñaron a tratar de hacer mejor las cosas para el próximo viaje. Uno de esos recuerdos fue cuando estaba en el aeropuerto de Madrid, viajábamos a Ámsterdam, la señora que nos daba la entrada al avión nos pidió que le presentáramos el tiquete de regreso a nuestro país. Nosotros viajábamos de Ámsterdam a Barcelona y luego a Bogotá, ella no tenía por qué pedirnos ese tiquete, para no pelear con ella y darle el poder de hacernos perder el viaje, lo buscamos en el celular y se lo mostramos, entonces como vio que no podía detenernos por eso, nos dijo que nuestra maleta no cabía en el avión, debíamos pagar para que la llevaran en bodega, la misma maleta había pasado en varios aviones como equipaje de mano, sin ningún problema, incluso, varios pasajeros, en ese mismo vuelo, tenían maletas de igual tamaño y no les había dicho nada, la dejamos ponerle el tiquete a la maleta y se quedó allí para que la pudieran llevar a la bodega. Nuestro propósito no era discutir porque no queríamos perder el vuelo, afortunadamente no nos cobraron nada, entendimos que ella quería fastidiar nuestro viaje. No sé si fue la energía de ese momento, pero en esa ciudad tuve dos episodios más que no me dejaron disfrutar como hubiese querido de la ciudad. 

Los viajes que hemos realizado en Estados Unidos, también he tenido episodios incómodos, no solo en el aeropuerto, también en los restaurantes. El idioma siempre será un inconveniente para mi en los viajes, pero me molesta que un latino no hable español cuando es tan evidente que nosotros hablamos el mismo idioma, entonces, exige que hagamos el pedido en inglés y si no sabemos, se enoja o nos da lo que se le da la gana, me pasó en varios restaurantes, esto, por supuesto, no es de todos, también he conversado con cajeros de Cuba, República Dominicana y de otras partes, que han sido muy amables, incluso, guían y aconsejan para que nuestra experiencia como viajeros sea buena.

Hace un año, estuve recorriendo varias partes de Estados Unidos sola, quería vivir la experiencia de estar en un país sin mi familia, casi siempre viajo con ellos, sobre todo a estos lugares, donde no siento que al extranjero se le trate muy bien en algunos escenarios. Alquilé un lugar donde vivían varios latinos. Aprendí de ellos un montón, (ya tendrán la oportunidad de leer esta experiencia con más profundidad) tuve la oportunidad de conocer personas temerosas, buscando la oportunidad de la legalidad en este lugar. Cuando leí Ñamérica (título del libro de Martín Caparrós), me recordó un poco la experiencia que había vivido allí.

 Es un libro que habla de los latinos y todo lo que nos hace parte de esa palabra. Dice Caparrós, apenas comenzando las 671 páginas que el lector va a encontrar: "Latinoamérica se volvió una palabra poderosa. Resume los dos tercios de un continente tan variado: toda la América del Sur, casi toda la Central, buena parte del Caribe y el sur de América del Norte". Una narración maravillosa que nos lleva por ciudades y pueblos, pero más que eso, por su gente y sus costumbres. 

Cuando se habla de Latinoamérica, un tema que no se puede dejar de lado es precisamente, la migración. "Desde siempre, ñamericanos van y vienen: llegan, miles, para ocupar las tierras e ir haciéndolas suyas, y van armando todo esto. Se van, millones, del campo a las ciudades; se van, millones, a otros lugares donde creen que podrán vivir mejor: países que creen más amigables, más prósperos, vivibles" dice Caparrós en la página 67. Este tema lo aborda más o menos en doscientas páginas del libro, el resto, espero lo puedan descubrir ustedes.  

Ahora, con la ley antimigrante que se esta implementando en Florida, liderada por el Gobernador Ron DeSantis, y que ya se aplica desde el 1 de julio, de este año, en donde se sancionará a las empresas que contraten o transporten inmigrantes, así como en los hospitales, tendrán que preguntar si están legales o no. En un artículo publicado por la BBC aseguran que: "Pese a las restricciones legales que enfrenta, esta población migrante juega un papel relevante en el funcionamiento de la economía de Florida, sobre todo en áreas como la agricultura, la construcción o la hostelería, donde se hacen cargo de labores que los trabajadores estadounidenses muchas veces no quieren hacer, al menos por los sueldos que los empleadores están ofreciendo". Comprendo que cada país quiera poner sus normas para que sea más organizado y no cualquiera venga a imponer su desorden, pero cuando estas personas externas ayudan a mejorar la economía del país, creo que es un poco perjudicial llegar a implementar este tipo de leyes. Creo que ven a los inmigrantes como criminales, cuando la verdad, la mayoría, son personas que quieren estar con mejores condiciones que en su país. 

Caparrós dice con sus palabras esto que pensaba yo mientras escuchaba hablar a muchos de mis compañeros de apartamento: "Muchos viven en California, Texas, Nuevo México, Illinois, Nueva York, Florida. En los Estados Unidos tres de cada cuatro trabajadoras domésticas - limpiar, lavar, cocinar, cuidar chicos y viejos - son ñamericanas. Suelen ser ilegales, como tantos albañiles, cosecheros, cuidanderos, basureros, cocineros, mano de obra variada y barata. Al "mercado" le conviene que una cantidad importante de inmigrantes siga siendo ilegal: les pueden pagar muchísimo menos - y se ahorran cargas sociales, vínculos contractuales, obligaciones que prefieren no tener. A cambio, los ilegales a menudo no pagan impuestos, viven al margen del estado: el estado más poderoso del mundo se hace el tonto, para beneficio de algunos de sus súbditos: los que se aprovechan de ese trabajo irregular. Es obvio que si quisieran los habrían regularizado - integrado o expulsado". 

Seguiré viajando y disfrutando de lo que tiene el mundo para contar, lo bueno y lo no tanto, en pocos días retornaré a mi país porque estoy bien en él, pero sé que muchas personas no tienen la misma suerte y hoy, mañana o en unos meses, estarán buscando ser felices en otro lugar, espero que los gobiernos vean que la solución no es deportar, repatriar, expulsar, sino acompañar y apoyar al trabajador o trabajadora que busca una mejor calidad de vida. 

PD: En el libro, Caparrós explica por qué lo tituló Ñamérica y no Latinoamérica.




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