Perder un hijo. Reseña del libro Lo Que No Tiene Nombre

No lo va a ver nunca más. Luchando en contra del olvido, busca la manera de tenerlo presente para ella, aunque siente que también debe ser recordado por las personas que lo conocieron, que hicieron parte de su vida. Las fotos y sus objetos, comienzan a tener un valor, pero no es suficiente, es posible que los objetos se desgasten y cuando alguien vea las fotos, pregunte ¿Quién es él? y con tristeza tener que responder, "¿ya lo olvidaste?, es mi hijo... el que murió". 

Todos hemos conocido de alguien que ya no esta físicamente en esta tierra, un familiar, un amigo, un conocido, y si tuvo algo que ver con nuestra historia, con seguridad nos dolió, en poca o en gran medida. Llegan algunos recuerdos, anécdotas que en voz alta comenzamos a relatar, para honrar su memoria; para los religiosos, se harán misas, oraciones; las redes sociales se llenarán de mensajes bonitos, recordando su experiencia con la persona que ya no esta y que se extrañará; pero a medida que pasan los días, ese recuerdo comienza a diluirse, y se convierte en una imagen borrosa, no se olvida del todo, pero "estamos vivos, tenemos que seguir con nuestra vida".

Familia. Bogotá. Foto: Jaime Cortés.

Los preparativos para la llegada de un hijo, genera un ambiente de felicidad y expectativa, un poco de miedo, también. Los objetos, hacen que todo se vea diferente, los colores cálidos, los olores a frutas, a talco y loción para bebés, permean la atmosfera. Buscamos lo necesario como padre y madre, para que su estadía sea placentera. A medida que van pasando los años, ese objetivo no cambia y poco a poco vamos conectándonos con sus gustos, con su forma de ser y ver el mundo. Los llevamos de la mano con palabras, consejos y ejemplos. Y sin duda, buscamos lo mejor para ellos, queremos que les pase cosas bonitas.

Aunque algunos humoristas como Andrés López (Colombia), Mario Aguilar (México), Paco de Miguel (México), solo por decir algunos, se rían de las "ocurrencias y exageraciones de las mamás" generalizando algunas situaciones, puedo decir que todas queremos proteger y ver felices a nuestros hijos. 

Si hablamos de amor. Ese sentimiento que nos acompaña durante nuestro paso por la vida, que reconocemos con nuestra familia, con los amigos y con la pareja, no se iguala al sentimiento único, fuerte, duradero y profundo que se tiene por un hijo. 

Atardecer rojo. Palm Beach 2018. Foto: Diana Socha.

Huérfano, huérfana, viudo, viuda, son palabras que reconocemos y manejamos en nuestro núcleo familiar cuando falta un padre, una madre, un esposo, una esposa, pero, como lo dice Piedad Bonnett, cuando muere un hijo, eso no tiene nombre. Y creo que su interpretación es tan acertada, cómo puedo pensar en nombrar algo que no tiene sentido, que no está planeado, que ni siquiera me imagino que pueda llegar a suceder. Porque precisamente nuestra misión es pensar en todo lo contrario, que vivan felices, que nada ni nadie les haga daño, que los vea cumplir sus sueños, no estamos pensando en que algún día no estarán físicamente para nosotras.

El temor de Piedad Bonnett cuando Daniel murió, era que se fuera borrando de su memoria la cara de su amor. Que poco a poco fuera olvidando cómo era él, cómo mantenía arreglado su cabello, cómo eran sus manos, detalles que hacía mucho tiempo no podía ver, porque él vivía en Nueva York mientras hacía su maestría. Se comunicaban por llamadas o correos electrónicos y aunque la distancia no permitía abrazarlo, aun podía escucharlo y reconocer por el tono de su voz si estaba bien o estaba mal. Sabía que estaba vivo, y eso la tenía tranquila, aunque tenerlo lejos la llenaba de melancolía, ¿a qué madre no le parece difícil cuando sus hijos salen de casa y comienzan a construir su propia vida?

Ya sabes que no estará nunca más, que no llegará para las fechas importantes a compartir con la familia, a contarles cómo le esta hiendo en su nueva vida. Sabes que se quedará de veintitantos años, mientras tú envejecerás sin ver cómo se hace más adulto. Esa personita que estuvo en tu panza, que creció junto a ti, que alimentaste y cambiaste y le enseñaste después a hacer las cosas solito, ya no está. Fueron uno solo durante seis meses, pero nunca dejaste que estuviera solo, siempre estuviste ahí. Esa persona ya no esta. "¿De qué tamaño es el dolor del que se despide de sí mismo? es la frase que deja en el libro Piedad, cuando muere un hijo, una parte de la madre también se desvanece. 

***

Hace once años desaparecieron jóvenes en Soacha y en diferentes lugares del país. Salieron a buscar trabajo, la mayoría, alcanzó a darle un beso a su mamá y decirle que pronto regresaría con algo de plata. Sabemos la historia, no regresaron y ahora son recordados como los Falsos Positivos, ¿cuántos? aproximadamente 6.402, según la BBC, en una publicación de su página web el 14 de febrero de 2021, escribió: "Las fuerzas militares de Colombia abatieron al menos a 6.402 civiles entre 2002 y 2008 y los presentaron como "bajas en combate"".


Hemos conocido la historia de muchos, gracias a sus mamás, ellas que aun no pierden la esperanza que se haga justicia, ellas, que a pesar de las amenazas, continuaron contando la historia, porque sus hijos no merecían morir, porque sus hijos no pueden quedar en la historia como lo que no eran. No solo esta el dolor de la muerte y la mentira creada por las fuerzas militares y policiales, sino la pregunta ¿Quién se cree para decidir por la vida de nuestros hijos?

En el libro Lo que no tiene nombre, Daniel decide acabar con su vida. Nadie, ni siquiera su mamá, tiene derecho a decidir por él. Pero el suicido no es tan sencillo de asumir. Quienes se quedan deben aceptar que ya no esta y tratar de entender por qué razón lo hizo (siempre tratamos de buscar motivos) tal vez para justificar y darnos palmadas en nuestra propia espalda. "En el corazón del suicido, aun en los casos en que se deja una carta aclaratoria, hay siempre un misterio, un agujero negro de incertidumbre alrededor del cual, como mariposas enloquecidas, revolotean las preguntas", dirá Bonnett en el relato.

Escribir el libro, fue una forma de no olvidar a su hijo. De recordarlo eternamente. Sus pinturas y los recuerdos que dejó para la familia, permanecerán el tiempo que lo permita la memoria. Pero este libro, lo vuelve eterno, lo vuelve un "para siempre".





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